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En su quinto año The walking dead continua sorprendiendo como en sus primeros días. No ya por los alucinantes records de audiencia que obtiene semana a semana, sino porque a medida del paso de las temporadas ha sabido crecer y evolucionar en una forma que nunca pensamos que lograría conseguir, siendo actualmente para muchos una serie de las imprescindibles.

 

Con el excelente segundo tramo de la cuarta temporada la serie optó por una apuesta arriesgada, y por el momento han resultado ganadores.  Cambiaron la dinámica, empezaron a apostar por los personajes, a darles vida y sentimiento, centrando cada capítulo en uno de ellos y en sus conflictos. Y como decimos surtió efecto, la otrora serie de personajes planos en la que nos daba igual a cuál de ellos se lo zampara primero un zombie, de repente se convirtió en una con personajes más humanos y más profundos, por los que llegamos a sentir afecto, e incluso temor porque les pase algo.

 

Sin embargo, se hace patente con cada nuevo episodio la infravaloración de estos capítulos más personales por una gran mayoría que los denomina “flojos”, siendo frecuentes las quejas por abundancia de diálogos y por una ausencia de acción y de zombies. Este sector crítico contraponen estos capítulos a los denominados “fuertes”, esos donde sí abundan estos dos componentes. Pero de lo que no se dan cuenta es que esos capítulos “flojos” son los que luego harán funcionar tan bien a los otros, ya que unos se alimentan de los otros.

 

Y no es que no disfrutemos como el que más de capítulos como No sanctuary, pero parece claro que la tensa huída que plantea este capítulo no tendría el mismo efecto si en el segundo tramo de la cuarta temporada no se hubieran dedicado a profundizar en los personajes, o si no hubieran sabido manejar bien la evolución de un personaje como Carol. O que un capítulo tan duramente criticado (pero brillante) como Still ha supuesto un impulso muy importante para los personajes de Beth y Daryl. Y es que la serie no puede mantener siempre un ritmo vertiginoso, y estos capítulos son necesarios para pausar y preparar el camino para esos momentos explosivos, y para ayudarnos a introducirnos y sentir una mayor conexión con lo que en ella se cuenta.

 

Quizás el problema que tiene la serie y su género es el que se haya creado la idea de que lo esencial son los zombies y que muchos se hayan quedado anclado a ella, y es que esa idea era algo que podía valer al principio cuando nos presentaron ese mundo apocalíptico en que un grupo de humanos trataba de sobrevivir a ellos, pero no una vez esa premisa ha ido evolucionado a la supervivencia en un mundo deshumanizado en la que los zombies son con gran probabilidad el menor de los peligros.

 

Porque seamos sinceros, los zombies no son interesantes, no dejan de ser un amasijo de carne de movimientos previsibles que camina a poca velocidad, seres que ni hablan ni piensan, sino que sólo gruñen, arañan y muerden. Parece claro que no se puede realizar una serie tan larga focalizada en eso sin que acabe resultando repetitiva y aburrida.

 

The walking dead ha sabido evolucionar desplazando poco a poco a estos seres del centro de la acción, hasta convertirlos un mero trasfondo, en el paisaje por dónde se mueven los personajes, en un simple recurso de guión, dejando que esa importancia que estos tenían en la trama la tomen el deterioro moral de sus personajes, y unos malos creados por las circunstancias, ambiguos, astutos, despiadados y aún así muy humanos. Un cambio que la ha llevado a mejorar y del que nos congratulamos, así que larga vida a los zombies, pero mientras menos tiempo salgan en pantalla mejor.

 

LO MEJOR: El retrato de ese mundo apocalíptico sigue siendo tan fascinante como terrorífico

LO PEOR: No ha conseguido mantener el listón tan alto durante toda la temporada.

The Walking Dead se está esforzando, temporada a temporada, por demostrar que no solo es un buen entretenimiento, sino que también aspira a convertirse en una serie de referencia. Esta primera parte de su quinta temporada ha sido un paso más en esa dirección.  

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