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El proyecto ferroviario de atravesar los Estados Unidos y enlazar las dos costas para la expansión del país se vuelve la obsesión de Cullen que, después de convertirse en marido y padre en la comunidad mormona, tendrá que volver a su odisea para extender el progreso en forma de locomotora. Después de enfrentarse a indios, bandidos, y toda clase de maleantes verá como llega a la ciudad un nuevo gobernador que acompañado por sus secuaces, y el visto bueno del presidente, tendrá como objetivo convertirse en el nuevo cacique del lugar y adueñarse de todo, dejando al mandamás Durant en una confortación de poderes para descubrir quien tiene el cañón de su arma más largo.

 

Cullen, sin desearlo, se verá envuelto en esta lucha de poderes, y la maldad del nuevo gobernador le obligará a tomar cartas en el asunto tomando parte del lado de, su antes enemigo y ahora amigo, Durant, y con su aplomo, barba espesa, y mirada de pocos amigos, pondrá a cada uno en su lugar.

Para detener a nuestro héroe, surgirá un antiguo camarada de guerra sudista de mirada picara, gatillo fácil y crueldad intolerable. Un asalto al tren, una ametralladora y un duelo de incierto final nos regalara un aire de western de toda la vida dando un guión mas solido y entretenido y alejándose de esa indefinición argumental que sufrió en el pasado.

 

Dando un cierre a su pasado Elam cerró su viaje por la serie con una caída en la locura, donde la razón se le fundió de modo irrecuperable y solo su gran amigo Cullen pudo poner final a su desdicha. A esta desgracia se le junto el dolor por la pérdida de Ruth que en su personal vendetta acabo con una soga al cuello. Dejando estas dos desgracias un desgarro en Cullen que cambio sus  innatos objetivos y se replanteó todas sus prioridades.

 

Potente en su parte inicial donde se agradece la trama clara con aroma a película de cowboys de toda la vida, que sin llegar a la calidad de Deadwood, nos ofrece en la figura del malote gobernador John Campbell un sabroso villano, donde su curiosa relación con la prensa y su violencia latente dan mucho jugo.

 

Lástima que en su parte final se pierde un poco todo lo conseguido, deambulando en exceso y ofreciendo un cierre forzado y un tanto absurdo, con el único propósito de plantar las bases para una quinta temporada. Uno solo puede sacarse el sombrero frente a una serie que sin tener excesivo público, ni criticas brillantes, ha conseguido llegar a los parajes más salvajes del profundo oeste.

 

LO MEJOR: Ese aroma a western clásico al estilo “Esta ciudad es muy pequeña para los dos, forastero”

LO PEOR: Su tramo final un tanto confuso y con merma de ritmo, y con un cierre un tanto patillero

En su periplo de colonizar el salvaje oeste con la llegada del ferrocarril, el rudo Cullen llega a su cuarta entrega lidiando con nuevos enemigos y afrontado que cada raíl es una lucha contra el hombre y su naturaleza indómita.  

Hell on Wheels, una serie de la que esperabamos más, pero que merece la pena

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