top of page

Inquieta la belleza del asesinato, de la mutilación. Inquieta la exquisitez de los platos que Hannibal prepara y su saber hacer con los cuchillos. La serie es un derroche de barroquismo que, sostenido sobre tramas débiles, se crece y asienta gracias a una propuesta estética que a nadie deja indiferente. Nunca un monstruo fue tan fascinante, nunca un asesinato -o mutilación- fue tan bello. Fuller pone toda la carne en el asador y sin cortarse, arma un plato solo apto para estómagos poco delicados. Ha creado -y lo sabe- una obra maligna, seductora y sofisticada que nos obliga a adentrarnos en un universo tan oscuro como el pelo de la doctora Alana Bloom, algo que nos provoca repulsión y fascinación a partes iguales. La ambientación de Hannibal es perturbadora y enfermiza; no obstante consigue no estancarse y sorprender reinterpretándose en cada capítulo. La hipnótica presencia de Hannibal contrasta con la aparente enfermiza fragilidad de Will; ambos conforman un dúo cuyas voluntades enfrentadas y/o aliadas provocan sudores fríos. Quedémonos con el elegante Hannibal, con su quietud, con su canibalismo refinado, con su crueldad turbadora.

 

LO MEJOR: Un Mads Mikkelsen a la altura del mismísimo Anthony Hopkins, y una puesta en escena deslumbrante.

LO PEOR: A veces se  recrea demasiado en el aspecto visual y la narrativa se espesa

Pocas series de televisión han sabido captar la esencia del clásico de cine del que partían, sin caer en la fotocopia, ni traicionar ni un ápice al original.  Esta precuela de la pélicula de Jonathan Demme te revolverá las tripas pero aun así no podrás de dejar de mirar.

bottom of page