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Más rapido que el rayo.

La vida de Marco Polo ha sido tratada en infinidad de miniseries y películas -la más famosa y estimable, la de Archie L. Mayo de 1938, con Gary Cooper como el aventurero italiano-, pero ninguna ha destacado por su calidad. ¿El motivo? La falta de presupuesto para una historia que pide a gritos una inversión alta. Y eso es lo que ha conseguido John Fusco, guionista de 'Océanos de Fuego' o 'El Reino Prohibido', que bajo la batuta de The Weinstein Company ha creado esta nueva serie de 10 capítulos para Netflix, con un coste de 90 millones de dólares, rodada entre Kazajistán, Italia y Malasia. Y el dinero se nota en pantalla. Y tanto que se nota. Pero poco más. Porque Marco Polo, el intento de Netflix de tener su propia 'Juego de Tronos', no termina de funcionar. Digamos que lo hace a medias, por varios motivos.

 

Los responsables de la serie han apostado por trasladar a la pequeña pantalla el segundo libro de las memorias de Marco Polo, que se centra en su estancia de varios años en la corte del Kublai Khan. Etapa, por cierto, que han puesto en duda  muchos historiadores. Una decisión golosa, sin duda, para muchos guionistas, condicionados por querer ofrecer un nuevo 'Juego de Tronos'. Aunque en mi opinión, la serie que hubiera resultado de retratar su periplo recorriendo la Ruta de la Seda, hubiera sido mucho más interesante y épico. Pero que quede claro, sólo es eso, mi opinión.

 

Visualmente es un espectáculo irreprochable, gracias a la labor de directores televisivos reconocidos, como David Petrarca o Daniel Minahan; aunque hay efectos especiales que cantan un poco. Y la serie ofrece todo lo que el trailer prometía a finales de octubre del pasado año: acción a raudales, erotismo, secuencias de guerra espectaculares -una en realidad-... en definitiva, un gran despliegue de medios. Y lo consigue, por supuesto, pero son los tiempos muertos entre batallas y escaramuzas los que lastran la serie.

 

Uno de los grandes problemas de la serie es el propio Marco Polo. No es el protagonista de la serie, a pesar de llevar su nombre, sino un simple espectador que nos introduce en la corte del Kublai Khan. Y el casi desconocido actor italiano Lorenzo Richelmy no da la talla como el mercader. Es un intérprete indudablemente atractivo pero no consigue con su interpretación, muy blandita, unirnos a  él en su aventura. Pero la culpa no es toda del actor, sino del guión, el otro gran problema de Marco Polo. Ese fascinante mundo de guerreros mongoles, en lucha con la refinada China no está conseguido. No aprovecha el interesantísimo contexto histórico, como sí han logrado series como Los Tudor, Los Borgia o Juego de Tronos -creando, además, todo un mundo ficticio-. Y los personajes son esquemáticos; de algunos, incluso sabemos poco o nada en sus 10 episodios. Por ejemplo, la emperatriz Chabi, a la que da vida Joan Chen (El último Emperador), pide a gritos un mayor desarrollo de su personaje.

 

El resultado final de Marco Polo no es malo. Una serie menor en el catálogo de Netflix, en comparación con sus 'hermanas' mayores. Hay épica y acción pero falta pasión. Se queda en un simple espectáculo prefabricado. En un casi, pero no.

 

Marco Polo, épica prefabricada

La serie narra la estancia de Marco Polo, el famoso mercader y explorador de origen italiano, en la corte del Kublai Khan en pleno siglo XIII, cuando ansiaba apoderarse del mundo, empezando por una debilitada China. Un auténtico nido de víboras donde sobrevivir es toda una aventura.

"Marco Polo no aprovecha el interesantísimo contexto historico"

LO MEJOR: Los exquisitos títulos de crédito. Y el dinero bien invertido: el vestuario y la dirección artística son sobresalientes

LO PEOR: La absoluta falta de carisma de Lorenzo Richelmy, el Marco Polo televisivo

"Diez episodios en Netflix conforman la primera temporada, creada por John Fusco que ha escrito los guiones para películas como Oceanos de Fuego, o Spirit"

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