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Es inevitable que haga referencia a esa emoción que nos invadió a todos cuando se anunció la inminente colaboración entre Aaron Sorkin y HBO. La libertad creativa que la cadena por antonomasia proporciona a sus creadores hacía presagiar una serie que ya tenía la etiqueta de obra maestra antes de emitirse. La etiqueta de genio la tenía Sorkin desde hacía años, desde que erigió ese monumento a la política que es The West Wing. Sus diálogos, ante los cuales me inclino una y mil veces, su forma de narrar y su necesidad de impartir cátedra, de proponer su visión del mundo.

 ¿Haría otro tanto con el periodismo, un sector especialmente en crisis tras la aparición de los medios digitales?

Años más tarde, la conclusión parece obvia.  Sorkin ha fracasado. Tres temporadas a cual más breve, rodeadas de polémica y con audiencias paupérrimas, y un único punto positivo: el descubrimiento de un Jeff Daniels magnífico apartándose de los papeles que le catapultaron a la fama. El resto de aspectos de la serie han sido puestos en entredicho, del primero al último.

Justo es empezar por lo que quizá sea el gran agujero en el barco de Sorkin: las relaciones personales. Marca de la casa, alguien debería atreverse a decirle que necesita urgentemente un asesor a la hora de construir personajes. No es necesario compensar la inteligencia con manías absurdas o comportamientos infantiloides. Con la sana intención de humanizarlos, los idiotiza. Quién soy yo para criticarle, buena pregunta. Pues uno de los miles de espectadores que a duras penas soportábamos las tramas que nos han regalado Maggie y Jim durante las tres temporadas. Propias del peor Friends.

¿Por qué las soportaba? ¿Por qué no abandoné la serie al ver que Sorkin había desaprovechado los ilimitados recursos que puso a su disposición HBO? Simple y llanamente, por los primeros ocho minutos de la serie.

Hace años, concretamente en el lejano 2001, un guionista que acababa de ganar el Oscar por American Beauty recibió un cheque en blanco de HBO para hacer la serie que quisiera. El resultado, lo mejor que un servidor ha visto. Aaron Sorkin ya era una celebridad antes de aterrizar aquí. No necesitaba cheque alguno, no necesita permisos. Y en ese discurso inicial, parecía que era consciente de ello.

Si uno abraza la idea de Sorkin, esto es, que un buen periodismo es imprescindible para mantener una sociedad sana, y no se me ocurre motivo alguno para rechazar tal afirmación, la serie tiene interés de sobra. Los temas tratados, utilizando noticias reales, plantean cuestiones de rabiosa actualidad y dan pie a debates mucho más constructivos que los de la mayoría de la oferta televisiva, serie o no serie. Pero si ésta era la idea, y creo que lo era, por qué no llevarla hasta el límite.

Sorkin ha cometido el peor error posible. En un absurdo intento por contentar a todos, se ha quedado a medias. Se ha quedado en una buena idea mal explotada, y lo peor de todo es que The Newsroom caerá en el olvido con total justicia.

 

Los Periodistas

de Don Quijote

Una de las series más controvertidas de los últimos tiempos llega a su fin. Con muchos más detractores que defensores, la última obra de Aaron Sorkin ha intentado explicar al mundo cómo debe ser el periodismo. A la vista de los resultados, pocos estaban dispuestos a escuchar su lección.

LO MEJOR: "Esa visión sobre el mundo. Tan necesaria como inspiradora, anima a levantarse, a luchar por ser mejor. No es poco"

LO PEOR: "Unos secundarios mal definidos, y la cobardía de no llevar hasta las últimas consecuencias los aciertos del guión"

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